lunes, 16 de julio de 2018

Si da manzanas es que es manzano

Querida Hija:


Tienes varios días llamándome y dándome instrucciones. Quieres que haga que tu marido regrese a ti. Lo quieres rendido, humilde y manso. Quieres que deje a los amigos, las borracheras y a las otras mujeres. Quieres que gaste su dinero en tus hijos. Quieres que regrese inmediatamente. Quieres que regrese porque si no te mueres.

Mira hija: no te mueres y no te vas a morir (por lo menos no por eso). Cálmate y escúchame. Yo puedo ayudarte, es cierto, pero primero tenemos que hablar.

¿Te acuerdas la primera vez que él te dejó? Fue después de que acababa de nacer tu primer hijo, ese niño del que te embarazaste "para atraparlo" cuando aún eran novios. Ese niño que logró el "milagro" de que él se casara contigo. Aquélla primera vez que te abandonó, también, estabas desesperada. Llorabas como Magdalena y hasta pensaste en quitarte la vida. Decías que "él era toda tu vida" y no comías ni dormías pensando en él. Ni tu hijo te importaba.

¿Te acuerdas? Pero en aquella ocasión no acudiste a mí. Fuiste a ver a una gitana para que te hiciera "un trabajo". Tuviste hasta que pedir dinero prestado para pagarle a la gitana e hiciste cuanto truco te dijeron que hicieras y cuanta trampa te aconsejaron tus amigas. Hasta volviste a echar mano de eso del embarazo para hacer regresar a tu marido.

Y lo lograste. El pobre hombre regresó porque sentía que no podría vivir consigo mismo si tú, madre de su hijo y embarazada de su segundo hijo, te quitaras la vida como amenazabas a cada rato. Los tiempos que siguieron fueron dolorosos y difíciles. Nació tu segundo hijo y ustedes no eran felices. El no te quería, estaba contigo por obligación y te hizo sufrir mucho; tanto a ti como a tus pequeños. Tu vida fue un infierno. Hasta que volvió a irse.

¡Y tu que creías que habías ganado al hacerlo que se casara contigo! Pero no fue así. Nunca ganaste nada. Sólo impusiste tu voluntad y sometiste a ese marido tuyo que no te amaba y que no estaba maduro para ser esposo ni mucho menos padre. Y, aunque lograste ser su esposa y tener dos hijos de él, ¿Sabes por qué te digo que no ganaste? Porque tus resultados fueron malos. Si tú hubieras ganado de verdad, tu vida hubiera sido gozosa y feliz. Recuerda que si siembras un manzano cosecharás manzanas pero si siembras hiedra venenosa no puedes esperar que cuando llegue el tiempo de la cosecha te dé buen fruto.

Ahora vienes a mí y me dices que lo regrese. Que lo regrese hoy mismo. Me dices que si lo regreso vas a dejar de fumar y hasta me prometes traer limosna cada semana a la iglesia. Hija mía: debo decirte algo. Yo no cumplo caprichos ni recibo sobornos. Deja de fumar porque deseas ser mejor persona y trae dinero a la iglesia porque deseas que mi Santa Palabra se difunda, pero no para convencerme de hacer lo que tú quieres.

Tu quieres hacer tu voluntad. Que así se haga. Me saliste muy mandona y voluntariosa pero yo te amo así como eres porque eres mi hija. Yo fui quien permitió que crecieras y nacieras del vientre de tu madre y, a pesar de todos tus defectos y de todos tus errores, desde el mismo día en que naciste, mi amor por ti es inmenso y nada lo va a cambiar.

¿Tú quieres que yo arregle tu vida? Entonces renuncia a imponer tu voluntad y sométete a la mía. Entonces pídeme en tus oraciones que sea yo quien decida si he de hacer que tu esposo regrese a ti o no. Entrégame tu vida y la de tus hijos. Entrégame tu destino, acepta humildemente que sea yo quien guíe tus pasos y quédate tranquila con esa misma paz con que tu bebé se duerme en tus brazos sabiendo que tú vas a proveerle en todas sus necesidades. Con esa misma entrega, calma tus sentidos y deja reposar tu cuerpo. Suelta tus afanes y déjame a mí actuar.

Si tu haces eso, si me dejas que yo entre en tu vida y la inunde con mi amor y mis dones, te vas a sorprender de que no hay lugar que no sea transformado por mi amor. Te vas a sorprender al ver que el dolor desaparece de tu corazón y la tristeza de tus ojos. En ese momento en que el "amor de tu vida" sea yo y nadie más, verás que las cosas toman una nueva y poderosa dimensión.

Por eso te repito: si quieres que yo te ayude, pídeme que lo haga en mis términos, de acuerdo a mi voluntad y en el tiempo que yo considere justo. Sólo así estarás sembrando amor y, llegado el tiempo, tendrás abundante cosecha.

Tu padre que te ama. Dios.


© Calli Casa Editorial 0268