lunes, 16 de julio de 2018

No tengas miedo; sólo ten fe

Querido Hijo:

Has venido a buscarme. Estás sufriendo y necesitas de mí para que calme tus heridas. Aquí estoy. Siempre he estado aquí esperando a que me llames. Ven, déjame acompañarte mientras lloras. Déjame poner mi mano sobre tu frente cansada.

Que tu matrimonio está en ruinas, ya lo sé. Que te vas a divorciar y has venido a buscarme porque estás asustando ante tanto dolor. Lo sé. Crees que tu corazón se va a romper y quisieras echarte a correr para no sentir, lo sé. Que necesitas de mí, también lo sé. Pero antes de ayudarte quiero preguntarte ¿Tú crees en mí? ¿Crees que en verdad yo puedo ayudarte? ¿Crees que soy tan poderoso como para hacer que en tu rostro vuelva a aparecer una sonrisa y en tu corazón vuelva a nacer una esperanza? Si es así entonces escucha mis palabras y síguelas con tus ojos cerrados y con tu corazón sereno.

Esta etapa de dolor en la que sientes que el mundo se ha detenido y en la que crees que estás sólo y que ya no hay más vida para ti, va a pasar. Cree en mi. No tienes que huir de este dolor. Sólo tienes que quedarte quieto y escucharme: déjame que te diga que la tormenta va a pasar y que después vendrá la calma. Manténte firme, aférrate a mí que soy tu roca y tu sostén. Por muy duros que puedan parecer los tiempos, yo estoy contigo y te sostengo. No tengas miedo, sólo ten fé.

Cuando esto pase vas a ser una persona nueva. Habrás aprendido de tus errores y estarás listo para caminar por nuevos caminos. Confía en mí. Yo he sabido que esto te iba a pasar desde hace mucho tiempo. ¿Te acuerdas cuando empezaste a salir con esa hermosa hija mía que después convertiste en tu esposa? ¿Sí te acuerdas? Estabas tan apasionado que no escuchabas a nadie. Yo traté de advertirte porque sabía que esta hija mía no estaba lista para ti. Y te lo dije muchas veces. ¿Te acuerdas esa molestia que sentías adentro de tu corazón cuando ella no llegaba a las citas y tu sospechabas que andaba con alguien más? Ese era yo diciéndote que ella no era para ti. Ese era yo que siempre estoy en tu corazón manifestándome y a quien muchas veces callas sin hacerme caso.

También te lo mandé decir con tu mamá. ¿Te acuerdas cuando ella te dijo que "esa mujer no le parecía adecuada para ti?" Seguramente te recordarás cuántos problemas tuviste con ella porque insistía en que no te casaras, que tomaras un tiempo para conocerla más. Ese era yo quien la urgía para que te hiciera recapacitar. Pero no entendiste. ¡Estabas tan apasionado! No era tu corazón quien la quería, era tu cuerpo y tu desconectaste a todo y a todos por seguirla. Así que te casaste y ahora vienes a verme porque tu corazón y tu vida están rotos.

Ahora me pides que te quite el dolor y te mande una nueva mujer.

Ese es un pedido muy grande. Pero yo puedo surtirlo. No hay problema. Yo puedo y quiero ocuparme de tus asuntos. Hace mucho tiempo que he deseado hacerlo porque yo puedo obrar maravillas en tu vida y puedo hacer que tú, como mi hijo que eres, recibas todo lo que mi amor está dispuesto a darte. Pero antes de que yo empiece a actuar, quiero que me contestes varias cosas. Vuelvo a preguntarte: ¿De verdad crees que yo puedo ayudarte? ¿De verdad estás dispuesto a dejarme actuar? Si es así, avísamelo. Si de verdad estás dispuesto a quedarte quieto, confiado, mientras pasa la tormenta, sabiendo que yo llenaré tu vida de bendiciones, dímelo.

En cuanto a una nueva mujer. No hay problema. Ella ya está lista. Es una hija mía que yo tengo dispuesta para ti. Es una mujer que llevará luz a tu vida, satisfacción a tu cuerpo, buena comida a tu mesa y que será tu compañera por el resto de vuestros días. Pídeme en tus oraciones que la acerque a ti y no hagas nada más. Déjame que yo actúe. Cuando estés listo, ella llegará a tu vida y tú sabrás que yo la envío como respuesta a tus oraciones porque el amor, cuando viene de mí, es suave, es tierno y produce bienestar y gozo en el corazón. El amor que viene de mí es generoso y llena todos tus sentidos.

Así es que espero tu respuesta. Si de verdad crees que yo puedo ayudarte, dímelo en tus oraciones y déjame actuar porque yo estoy aquí, como siempre lo he estado, listo para acudir en tu ayuda si tú me lo permites.

Tu padre que te ama.

Dios.


© Calli Casa Editorial 0255